La lectura y yo

Artículo enviado por Marcos García

Debo confesar que a mí no me inculcaron el hábito de la lectura en casa. Mis padres, buenos padres sin duda, ni siquiera terminaron la secundaria. Para ellos, leer era un acto que se llevaba a cabo solamente por necesidad. Sin embargo, creían, como casi todas las personas de su generación y muchas aún, que el mejor legado que podían dar a sus hijos era una educación académica, así que me proveyeron, con todos los esfuerzos de que eran capaces, de una vida sin más obligaciones que la de ir a la escuela.

Recuerdo a mi madre diciéndome: Estudiar es todo lo que tienes que hacer, hazlo bien, trae buenas calificaciones a casa. Y yo me dediqué a obtener buenas calificaciones durante la primaria, la secundaria y la preparatoria. Desafortunadamente, el sistema educativo que viví en aquel entonces tenía fallas, y uno podía tener dieces sin necesidad de leer mucho. Era, más que nada, una cuestión de memorizar apuntes y aprobar exámenes. No fue sino hasta la universidad que comprendí la importancia de la lectura. Para mi mala suerte, cuando principié la carrera tuve también que comenzar a trabajar y las cosas se complicaron todavía más. A los requisitos de lectura que exigían los profesores había que sumar las horas laborales y la fatiga que se acumulaba durante el día. Leer me parecía, francamente, tiempo perdido. Por supuesto, todo esto afectó mi desempeño en las asignaturas y redundó en una baja de calificaciones. Sin embargo, tuve suerte, encontré un profesor, un amigo, que me mostró poco a poco los beneficios de leer, guiándome con gentileza a través de la abrumadora presencia de los libros.

Imagen de Stocksnap

Puedo asegurarles que nunca es tarde para adquirir el hábito de la lectura, y leer es una de las mejores costumbres que podemos adquirir. En ocasiones pienso que no somos conscientes de la importancia del lenguaje y estoy convencido de que a mayor número de palabras que conoce una persona, corresponde una mayor facilidad para entender la realidad y expresarse acerca de ella. A quién no le ha sucedido que, de pronto, quiere describir el estado de ánimo en que se encuentra y no puede porque no tiene las palabras suficientes para poder explicarlo. Leer es el mejor camino para conocer las palabras, y el discurso, además, nos da poder. Saber hablar siempre nos abrirá puertas y nos facilitará muchas circunstancias de la vida. Leer también nos ayuda a clarificar los pensamientos porque expande nuestro léxico. Además, la lectura es un gran alivio para el estrés, ya que nos permite salir de la realidad cotidiana e internarnos en mundos distintos que vamos recreando con la imaginación al tiempo que adquirimos nuevos conocimientos.

Sin miedo a equivocarme puedo decir que leer me ha permitido conocer y vivir con mayor intensidad el mundo que me rodea. Agradezco enormemente al entorno que me llevó a pasar esas primeras páginas con el placer que ofrece la curiosidad y el asombro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *