El oxímoron es una figura literaria de uso extendido desde la antigüedad y cuya eficacia está dada por los conceptos que se enuncian y no necesariamente por los efectos sonoros de la enunciación, esto es, no se la clasifica como una figura de dicción. Heinrich Lausberg, el célebre erudito alemán, la incluye en la categoría de las figuras semánticas. El oxímoron hace resaltar un término en la frase al crear tensión entre vocablos contrarios (al menos de manera nominal); tiene alguna similitud con la paradoja. Un par de ejemplos simples: “miel amarga” y “dulce veneno”. No está de más recordar que su plural es “oxímoros”.