La memoria

A quien no le ha pasado que justo en un momento crítico, cuando más lo necesitas, tu memoria decide fallarte, metiéndote en una situación nada agradable y por más que tratas de recordar o encontrar ese dato en lo más recóndito de tu cerebro parece haberse esfumado. Lo peor del caso es que unas horas o días después, cuando ya no te sirve de nada conocer ese dato, lo recuerdas como por arte de magia. Es entonces cuando piensas que sería increíble saber cómo funciona exactamente nuestra memoria y cómo  hacemos conscientes esos recuerdos que tenemos almacenados en el cerebro, para así poder evitar estas horribles situaciones.

La corteza cerebral en el ser humano está formada aproximadamente de veinte mil millones de neuronas las cuales se pueden extender en un área aproximada de 2.5 m2. Para poder recordar, nuestro cerebro utiliza una gran parte de ellas, puesto que necesita realizar una serie de procesos diferentes para poder almacenar esos datos y posteriormente hacerlos conscientes cuando los necesitamos.

Imagen de ds 30

Antes de entender como generamos nuevos recuerdos es necesario conocer algunos conceptos relacionados con la memoria.  A la memoria se le clasifica principalmente en dos grandes grupos, la memoria anterograda, o a corto plazo, la cual es la que utilizamos  para recordar cosas por periodos cortos de tiempo y es la que nos ayuda a interactuar con nuestro medio. Y la memoria retrograda, o a largo plazo, la cual utilizamos para guardar información por largos períodos de tiempo. Esta última la podemos clasificar a su vez en memoria procedimental o implícita que es aquella que no es consciente y la cual recuerda habilidades aprendidas como andar en bicicleta o tocar el piano; y en memoria declarativa o explícita que es la que se encarga de nuestros recuerdos conscientes sobre nuestras experiencias y conocimientos generales, por ejemplo un viaje familiar o una lección de historia.

Cuando queremos generar un recuerdo nuevo, lo primero que hace nuestro cerebro es enviar la información al sistema límbico que está formado por diferentes estructuras y se encuentra en el centro del cerebro. Una vez que la información llega ahí, se decide si la queremos guardar por un lago periodo de tiempo (memoria retrograda) o si sólo la necesitamos para unos instantes (memoria anterograda). En el caso que sólo la queramos almacenar por unos segundos, los recuerdos se quedan en este sistema y son desechados en el momento que ya no los necesitemos. Si por el contrario son cosas que queremos recordar  por mucho tiempo entonces se inicia un proceso para almacenar estos recuerdos en diferentes áreas de nuestra corteza cerebral.

Imagen de Bella H.

Los recuerdos a largo plazo se separan en partes pequeñas para poder ser almacenados; por ejemplo, si lo que queremos recordar es el encuentro con una persona entonces los sonidos en ese momento son separados del grupo y almacenados en un área del cerebro, lo mismo se hace con los colores, las caras, los nombres, y otros detalles. Una vez separados estos recuerdos, nuestro cerebro se pone a trabajar en serio, generando nuevas conexiones entre neuronas (sinapsis) para así almacenar la información y guardarla por años.

Si se presenta una ocasión en la que necesitemos este recuerdo entonces nuestro cerebro acude de nuevo al sistema límbico para hacerlo consciente. El sistema límbico toma todos estos pequeños pedacitos que están esparcidos por todo nuestro cerebro y los une para volver a formar el recuerdo como un todo y hacerlo consciente. Increíble, ¿verdad?

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