La matatena

En la actualidad, los niños tienen juguetes con los que alguien de mi edad ni siquiera habría soñado. La verdad es que yo, cada vez que viene Navidad y Reyes, no puedo dejar de visitar los anexos que muchos supermercados abren en esas fechas y llenan con miles y miles de juguetes. Paso buenos ratos deambulando por los pasillos, observando las cajas y sorprendiéndome de las maravillas que encuentro. A veces pienso que los fabrican pensando más en los adultos que en los niños, y me imagino que en las noches, cuando los hijos se han dormido, los papás sacan los juguetes y pasan noches enteras enfrascados en batallas interestelares o cambiando muchas veces el atuendo de las muñecas. Será nostalgia de la infancia. Al final, los niños terminarán tirando las cosas por ahí, aburridos, y pedirán algo nuevo, o simplemente se sentarán frente a la televisión o tomarán su teléfono para mirar caricaturas o para jugar algún videojuego mientras los juguetes yacen olvidados en el suelo de la sala o en el patio.

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Cuando yo era chico, las cosas no funcionaban de la misma manera. Los juguetes no eran tan variados y, cuando lograbas conseguir el que querías, debías tratar de conservarlo a cualquier costo el mayor tiempo posible. Curioso, porque nuestros juguetes, rudimentarios y elementales, estaban fabricados con materiales resistentes y me parece que resultaban proporcionalmente mucho más baratos. Me refiero por supuesto a cosas como las canicas, el balero, el trompo, el yo-yo, los soldaditos de plomo, los luchadores de plástico, las muñecas de trapo y algunos otros que no vienen ahora a mi memoria. Incluso recuerdo a mi padre contándome cómo él mismo había fabricado su trompo y su balero.

Debo decir que a pesar de las innovaciones, me parece que aquellos juguetes eran más entretenidos. Por lo menos no nos aburrían tan rápido. Quizá la programación del televisor no era suficientemente variada, lo cierto es que cuando éramos niños pasábamos más tiempo jugando afuera, llenándonos los pulmones de aire y raspándonos las rodillas, que pegados a la pantalla. Cambios generacionales, sociales y estructurales, ¿qué se puede hacer?

Hoy vamos a hablar de uno de esos juegos de nuestra infancia: la matatena. Espero que ustedes sí la recuerden, porque hace apenas unos días pregunté a una joven compañera de trabajo si alguna vez había jugado y, luego de verme con un gran signo de interrogación en la cara, me contestó que ni siquiera conocía el nombre. Lo curioso es que yo he visto que todavía las venden, por lo menos en los mercados.

La matatena es un juguete que consta de varios elementos. Para los más jóvenes diré que se compone de un conjunto de figuritas de plástico (o de metal, pero no es lo más común) con forma de asterisco y una pelota pequeña. Los más viejos sabemos que se jugaba incluso con piedras o huesos de frutas en lugar de los asteriscos, aunque la pelota siempre ha estado ahí. Lo primero que se debe hacer es buscar una superficie plana como una mesa o, simplificando, el suelo. Las figuras se arrojan sobre la superficie intentando que no queden demasiado encimadas ni demasiado disgregadas, ya se verá por qué. Luego se deja caer la pelota desde una altura treinta o cuarenta centímetros y en el momento en que ésta bota el jugador debe tomar una de las figuritas del suelo y enseguida coger la pelota en vuelo. La pelota no puede botar más de una vez, de ahí la dificultad. El jugador continúa su turno hasta que falla en su intento por tomar una figurilla o coger la pelota.

Parece simple, pero arrojar las figuras de tal forma que no estorben para tomar otra o que estén demasiado lejos del bote de la pelota requiere de mucha práctica y un poco de suerte. Lo mismo sucede con la pelota, se necesita adquirir buenos reflejos y tener buena vista para medir la velocidad del bote y su trayectoria. En este juego gana el que logra recoger la mayor cantidad o todas las figurillas en un solo turno. Sé también que la cantidad de asteriscos con los que se juega varía. En algunos lugares se usan diez, en otros doce, quince y francamente estoy seguro de que habrá jugadores a los que nos les importe el número de figurillas sino divertirse. Además, el juego tiene variantes. Por ejemplo, en lugar de recoger una por una, se recoge una en el primer turno, dos en el segundo, tres en el tercero y así sucesivamente; o antes de botar la pelota el jugador dice un número y esa es la cantidad de figuritas que deberá recoger para no perder su turno.

Este es un juguete (y juego) absolutamente tradicional. Algunos piensan que procede de las islas polinésicas, de una práctica adivinatoria muy antigua en la que se arrojaban pequeños huesos de carnero para leer el futuro. En algún momento, la gente comenzó a apostar sobre lo correctas que eran las previsiones del adivino y finalmente la práctica terminó convirtiéndose en una forma de entretenimiento popular. En México, el nombre matatena proviene del náhuatl maitl, mano, tetl, piedra y tena, llenar, o sea, “llenar la mano con piedras”. Sin embargo, debo decirles que se practica en muchos países del mundo, donde se le conoce por otros nombres (yaquis en Cuba, jackses en Costa Rica, jacks en Estados Unidos, entre otros) pero en esencia se juega igual o de manera muy similar.

One Reply to “La matatena”

  1. Qué linda historia, recordé mi infancia al leerla, soy campechana y en mi pueblo Sabancuy, nos reuníamos por la tarde a jugar paxaques con las amiguitas de la cuadra, Mónica, More, Lulú; me emocionaba recibir los metálicos que mis hermanos me llevaban de Mérida, Yuc., porque en el pueblo no los vendían, eran morados rojos, verdes y azules, jugar era muy divertido.

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